Perfil vivo y vital del académico, humanista y jurista caleño fallecido el pasado 2 de enero.
A juzgar por los títulos (abogado del Externado, master en Derecho Administrativo y en Derecho Público Interno Francés de la Universidad de París 2, y Doctor en Derecho de la Universidad de Panthéon-Assas París 2); por libros como El Daño –un clásico sobre responsabilidad extracontractual del Estado-, y numerosos artículos en tratados y revistas especializados, y por su trayectoria como conferencista y docente en más de una docena de universidades nacionales e internacionales, parecería un profesor extraviado en la magistratura. Se lo pregunto. “Sí, soy ante todo profesor y aspiro a seguir siéndolo”, me responde el magistrado Juan Carlos Henao, presidente de la Corte Constitucional, y quien, lo mismo que su homónimo el arquero del Once Caldas, tiene como función atajar goles contra la Constitución.
Conocido por sus posturas liberales en asuntos tan sensibles como el aborto, la dosis personal, el matrimonio gay y la adopción por parejas del mismo sexo, asegura que ningún lugar mejor que la Corte para la investigación y las discusiones académicas.
No oye radio, no ve noticieros, apenas ojea periódicos (“cuando las noticias son importantes uno siempre se entera”). Sensible al arte (qué tal que no con mujer pintora), amante de la música y lector impenitente, dice que hoy solo tiene tiempo para leer fallos. Sobre el choque de trenes entre las cortes, afirma que es más cuento periodístico que realidad, y sobre la reforma de la Justicia dice que es positiva y sano el debate para el país. ¿Y de las críticas de los nostálgicos del pasado sobre el llamado activismo de la Corte, el gobierno de los jueces? “Doctrinariamente es un concepto peyorativo, se refiere a que las cortes toman funciones de otros poderes, y eso no es así –afirma–. En sociedades en desarrollo como la nuestra, el papel de una Corte Constitucional es ayudar a consolidar la democracia”. Y recuerda que el constitucionalismo moderno nació como consecuencia de las atrocidades del nazismo, demostración irrefutable de que las mayorías no siempre tienen la razón.
¿De dónde el talante liberal? Se ilumina su mirada y como catarata se desborda en palabras de admiración por sus padres, Óscar Henao y Nelly Pérez, que hicieron de su familia una familia libre y abierta al mundo, y del diálogo su principio nuclear. Lo mismo que él ha hecho con la suya, con Vicky y sus hijas María Emilia y Adelaida. “No éramos ni ricos ni pobres, era una vida sabrosa –rememora–. Hablábamos de todo, sin tabúes”. Del padre –ya fallecido–, prestigioso ginecobstetra de la Universidad Nacional que ejercía con éxito en Cali, dice que lo marcó su decisión de dejar la actividad médica privada para dedicarse a los más pobres. Por cuenta de eso, el padre consiguió una beca para estudiar salud pública en la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore (Maryland). Viajaron cuando él solo tenía 9 años. Fue su primer viaje, el primero de cientos que ha hecho y que le han abierto los ojos a otras culturas, y han cimentado su convicción de que, salvo el gusto por el pandebono y el sancocho, no puede darse el lujo de ser provinciano. “En un mundo globalizado –dice–, el provincianismo es una afrenta a la universalidad, a la apertura mental, al conocimiento”.
Sobre su madre destaca su cultura, su formación humanística. “Fue rebelde cuando era más difícil serlo que hoy, fue a la Universidad cuando las mujeres en las universidades eran bichos raros, fue estudiosa de la Teología de la Liberación…” Podría seguir horas hablando de sus padres, de la liberalidad con que lo educaron. “Había reglas de juego”, aclara. Graduado del colegio jesuita Berchmans de Cali, parecía destinado a hacer tránsito directo a la Javeriana en Bogotá, pero terminó estudiando el Externado, una universidad no confesional. “En la familia un principio era que había que destetarse, salir y abrirse mundo. Siendo provinciano el primer paso era la capital, donde además el nivel académico era mejor –relata–. Y aunque había pasado en la Javeriana, un externadista gran amigo de mi papá, Alberto Bonilla Aragón, lo convenció con una frase: ‘A ese pelao le pega mejor El Externado’”. Y sí que le pegó: “Me siento doscientos por ciento externadista”. Como su mentor y amigo, el rector Fernando Hinestrosa, de quien solo lo separa el gusto por la ópera.
Cartesiano por influencia de la cultura francesa, ha hecho de la duda su método. Hablar con él es estimulante y da pie para la esperanza. “Estamos viviendo un momento de transición y por eso creo que podemos salir del nivel bárbaro de las injusticias –asegura vehemente–. El discurso constitucional es optimista por principio, es el discurso de la igualdad, las oportunidades, los derechos, la inclusión, la democracia…”. Como optimista es el presidente de la Corte Constitucional. Porque cree en los demás y porque como alguna vez dijo Churchill, “no es muy útil ser otra cosa”.
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