Retos de La Candelaria 2026: ¿Patrimonio Vivo o Museo de Ricos?

lunes, diciembre 29, 2025

 Entre la ofensiva de la gentrificación y la resistencia de la economía popular, el corazón de Bogotá se juega su identidad en un año definitivo para el arraigo comunitario.


Por : Tito Gómez - Edil de La Candelaria

La encrucijada del arraigo: El derecho a no ser expulsados

Al iniciar el 2026, La Candelaria no solo enfrenta el desgaste físico de sus muros de adobe y tapia pisada; enfrenta una fractura social que amenaza con vaciarla de su alma. Hoy la gentrificación ha dejado de ser una palabra de libros para convertirse en un puñetazo cotidiano: es el fenómeno donde un barrio "se pone bonito" para el mercado, pero se vuelve impagable para quienes lo construyeron.

En barrios como Egipto, Belén y La Concordia, el aumento del valor del suelo y la presión de las residencias universitarias de lujo han puesto a las familias tradicionales contra la pared. El reto para este año es el control de rentas; es decir, ponerle un techo legal a los arriendos para que no suban por el ascensor mientras los salarios de los vecinos van por la escalera. No basta con pintar fachadas si quienes viven tras ellas son desplazados. La solución es clara: la expropiación de predios abandonados para transformarlos en vivienda social autogestionada, garantizando que el presupuesto local financie el derecho a la ciudad y no solo eventos para visitantes de paso.

Turismo: ¿Transformación comunitaria o "Disneyficación" depredadora?

El 2026 es el punto de no retorno frente al modelo turístico. Hemos caído en la "Disneyficación": tratar a nuestro barrio como un parque temático donde la historia se reduce a un souvenir y el patrimonio a una foto de Instagram, ignorando la vida real de sus habitantes. Peor aún, sufrimos un turismo depredador que mercantiliza los cuerpos y degrada la convivencia.

La salida es el turismo comunitario. Proyectos como el "Callejón del Embudo" o las huertas de Belén demuestran que es posible una oferta gestionada por los mismos residentes. El reto es lograr que la riqueza se quede en las Juntas de Acción Comunal y no en grandes cadenas hoteleras, respetando la memoria histórica y la dignidad del barrio.

Vendedores informales: El triunfo del Mínimo Vital

Uno de los mayores conflictos ha sido la persecución a la economía popular. Sin embargo, para este 2026, los trabajadores de la calle cuentan con un escudo legal histórico: las sentencias de la Corte Constitucional, especialmente la T-211 de 2025. Esta norma establece que el Mínimo Vital —el derecho básico a trabajar para comer— está por encima de cualquier plan de "ornato" o estética urbana.

El reto es pasar del garrote al diálogo mediante la Confianza Legítima. Este concepto significa que, si el Estado ha permitido que un vendedor trabaje en un lugar por años, no puede desalojarlo de la noche a la mañana sin ofrecerle una alternativa digna. En La Candelaria, esto implica que cualquier "recuperación" de la Carrera Séptima o el Eje Ambiental debe incluir una reubicación real, en zonas con flujo de gente, y no simplemente esconder la pobreza en centros comerciales vacíos. Además, la ley exige un enfoque diferencial: no se puede tratar igual a una red mafiosa que a una madre cabeza de familia o a un adulto mayor que vende dulces para sobrevivir.

El techo de la historia: Patrimonio para la gente

Irónicamente, que una casa sea declarada "patrimonio" ha sido la ruina de muchos. Mientras los grandes capitales obtienen licencias para centros comerciales, a un vecino de estrato 1 se le prohíbe arreglar una gotera por "normas de conservación".

En 2026, la política debe girar hacia el apoyo directo. Es urgente un fondo local para la restauración de techos y cubiertas. Si el Estado dice que una casa es de interés público, el Estado debe ser el primer responsable de su mantenimiento. Proteger el patrimonio no es solo cuidar la piedra, es cuidar a la persona que ha mantenido esa piedra en pie por décadas.

Seguridad Humana: Más allá de las cámaras y el pie de fuerza

Finalmente, la seguridad sigue siendo el dolor de cabeza, pero el enfoque represivo ha fracasado. El aumento de hurtos no se soluciona solo con más policías. El reto es la consolidación de la Seguridad Humana.

Esto implica atacar la desigualdad de raíz: iluminación comunitaria, centros de cuidado para la juventud y la desarticulación de las mafias que instrumentalizan la necesidad. La verdadera seguridad en La Candelaria nacerá de calles vibrantes, habitadas por vecinos empoderados que no tengan miedo de ocupar su propio territorio.

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